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    El tesoro interior,
    por Nityananda

     


    Además, el reino de los cielos es semejante a un tesoro escondido en un campo, el cual un hombre halla, y lo esconde de nuevo; y gozoso por ello va y vende todo lo que tiene, y compra aquel campo.
    - Mateo 13.44


    La mente tiende a identificar la alegría como la posesión de un objeto, desde el más elemental (comida, sensación corporal, salud) hasta el más sutil. Esta alegría la atribuye a los objetos. Podemos pasar el tiempo de nuestra vida buscando la felicidad duradera persiguiendo objetos, en vano, porque todo está sujeto al cambio y ninguna de estos objetos perdurará.

    Además, la alegría que proporcionan los objetos puede ser muy intensa, pero nunca es duradera; toda cara del placer tiene la cruz del hastío. Estas alegrías fugaces se dan en el ámbito de nuestro cuerpo emocional. Pero nuestro ser real es mucho más profundo que eso.

    Dentro de nosotros hay una consciencia gozosa enterrada, como un tesoro esperando a ser descubierto. Cuando el yogui vende todo lo que tiene, es decir, abandona todas las identificaciones y apegos hacia los objetos, puede acceder a esa consciencia y disfrutarla.

    Esta alegría incondicional pertenece a nuestra naturaleza real y atemporal, distinta del mundo cambiante. Es el gozo incondicional del Ser, que no depende de nada salvo de nuestra atención, y que siempre está ahí disponible si hacemos el esfuerzo. El yogui va cultivando con esmero, paciencia y dedicación su propia consciencia, su más preciado tesoro.

    Krishna lo expresa así en el Bhagavad Gita:

    Cuando el espíritu se reviste con esta naturaleza mortal comienza a verse afectado por los continuos cambios de estado de la naturaleza, y cuando cae bajo la atadura de los apegos a las cosas cambiantes se condena a padecer en el ciclo interminable de las reencarnaciones, de acuerdo con su buen o mal karma. Pero el Espíritu Supremo del hombre permanece intacto más allá de su sino, es un mero observador, todo lo percibe, todo lo padece, da inspiración: se le conoce como el Señor Supremo soberano del alma.
    - Bhagavad Gita XIII.21-22

    Cuando nos enredamos en el placer y en el dolor de la experiencia sensorial comemos "la fruta prohibida del árbol del conocimiento del bien y del mal" (Génesis 2:17), y somos expulsados del paraíso del gozo incondicional del Ser, más allá de las dualidades externas. Nos perdemos nuestro Ser en la búsqueda de objetos. Esto se expresa poéticamente en la Biblia en la historia de Esaú, que vendió su primogenitura (su filiación con el Ser) por un plato de lentejas (Génesis 25:27-34).

    Pero el jardín del Edén está en nosotros mismos, nuestra filiación con el Padre, el Ser, es nuestra herencia divina inquebrantable, siempre en nuestro interior.

    Nuestra consciencia es lo más precioso que tenemos. No es algo fuera de nosotros, es lo que en realidad somos. Sobre el campo de la consciencia se manifiestan los objetos. Con la práctica de mantener el Testigo incondicional, el "observador" mencionado por Krishna, mantenemos nuestra consciencia a salvo de ser arrastrada por los fenómenos que experimentamos dentro y fuera de nosotros. Experimentamos así el gozo incondicional del Ser, que no depende de las circunstancias. Los yogis definieron al Ser que somos como existencia-consciencia-gozo; somos en realidad una eterna consciencia gozosa.

    Somos Eso. Todo va bien hasta que aparece en nuestra consciencia un objeto que suscita nuestra repulsión (miedo, ira) o nuestro deseo, y entonces somos arrastrados a una vida de dualidades, y surgen las emociones. Y ahí perdemos de vista nuestro Ser y nuestro gozo.

    Conforme el yogui desarrolla el testigo y va más allá de los objetos, de la mente y de las emociones descubre el gozo del Ser, que es incondicional. El yogui busca en su interior el Reino de los Cielos, especialmente a través de la meditación. El Yoga es universal, no maneja creencias, maneja la condición humana, la falsa identificación con lo que no somos.

    Aquél que halla su felicidad en la visión interior del Conocimiento, tiene sujetos sus sentidos y gozoso el corazón, debido a la experiencia de su propia vida interior. Sólo entonces puede reconocérsele como un Yogui en armonía. Una vez alcanzado este estado, para él, el oro no tiene más valor que las piedras de la tierra.
    - Bhagavad Gita VI.8

    La práctica yóguica acaba revelando la Verdad dentro de ti: ese espacio libre y e incondicionalmente gozoso del Ser.

    Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.
    - Juan 8.32

    La libertad se consigue en esta unión del Yoga: Libertad de la esclavitud al sufrimiento.
    - Bhagavad Gita VI.23

    De modo que el tesoro que debemos desenterrar está dentro de nosotros mismos. Pero para llegar a él debemos primero entregar todos nuestros apegos e identificaciones (vender todo lo que tenemos). Éste es el significado de "volvernos pobres de espíritu" – Jesús no pide pobreza física, sino una libertad interior, libre de apegos, que se vendieron para poder comprar el terreno del tesoro interno:

    Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
    - Mateo 5.3



    Después de rechazar con determinación todo anhelo y deseo engendrado por la fantasía, y controlar con firme estado de ánimo todos los sentidos y los órganos de la acción, libre de sus múltiples atracciones, así recogido. El buscador, usando su fuerza de voluntad con firmeza, llegará poco a poco a la paz de espíritu, disolviendo todos sus pensamientos en el silencio interior.
    - Bhagavad Gita VI.24-25

    Todo esto es actualizado en el proceso de la meditación profunda. Y así recupera el yogui el tesoro interior de su Ser.

    Sólo de este modo llega el Yogui al gozo supremo que habita en su corazón cuando éste está en calma, en paz y carente de pasiones.
    - Bhagavad Gita VI.27

    Bienaventurados los puros de corazón, porque ellos verán a Dios.
    - Mateo 5.8



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