Toda búsqueda de conocimiento finaliza en lo que en India llaman vinjnana – la sabiduría. La sabiduría real es el conocimiento de la realidad última o primordial. Algunos lo llaman “Dios”, pero, ¿qué es este Dios?
Popularmente, en nuestra tradición judeo-cristiana, uno puede pensar en un anciano vestido de camisón sentado encima de una nube, en los “cielos”.
La tradición de los Siddhas habla de una única consciencia que está detrás de todas las cosas, de la que nosotros no seríamos sino una parte fragmentada, separada del resto de ella por el principio de la naturaleza llamado “ego”. El trabajo del yogui es expandir su propia consciencia, hasta fundirse con esa consciencia única que abarca todo lo creado y lo no creado. Los yoguis de realización espiritual son omniscientes, están en todas partes, y trascienden en su conocimiento el pasado, el presente y el futuro.
Jesús hablaba de esta consciencia trascendente como “Padre nuestro que estás en los cielos”. Los Siddhas de la India hablan de vettaveli o espacio de liberación. El espacio, el cielo, es una buena imagen para ilustrar a esa consciencia omnipresente; igual que el espacio, sin principio ni fin, la consciencia es la base primordial sobre la que se manifiestan los objetos que experimentamos, la creación.
Igual que el vapor del aire se puede condensar en agua y solidificar en hielo, esta consciencia suprema puede personificarse en formas infinitas, en tantas como devotos o religiones que la adoran. La mente humana necesita formas para concebir lo que está más allá, porque no puede concebir la consciencia sin forma, la meta final de la realización humana espiritual.
Dijo Shiva: Dios no es Vishnu, Brahma ni Shiva, ni el viento, ni el sol ni la luna, ni los brahmines ni los reyes, ni tú ni yo, ni Lakshmi ni la mente. Dios no tiene forma y no está determinado por objeto alguno, sea cual fuere; el esplendor no creado que no tiene principio ni fin, es lo que se conoce como Dios o el Señor Shiva, que es consciencia pura. - Yoga Vashishta
La consciencia pura nunca es un objeto – es el sujeto. Pero la mente siempre busca “objetos” a los que agarrar o perseguir. Cuando la mente se fija en el sujeto, en la consciencia ¡tiende a desaparecer! Por ello, cuanto más indagamos sobre el origen de nuestra propia consciencia, más profundizamos en el silencio – en la ausencia de objetos mentales.
La detención total de la mente puede ser de dos clases. Una es el autoconocimiento o auto-indagación sobre el Ser; la otra es la detención del prana o fuerza vital. - Yoga Vashishta.
La mente no puede “entender” la consciencia, no puede agarrarla como un objeto, porque cuando aparece la consciencia, la mente pasa a ser un objeto más, que puede ser también observado, hasta que desaparece.
Imaginemos que vamos caminando por la noche, iluminando nuestro sendero con la ayuda de una linterna. Con ella iluminamos y vemos todo lo que nos encontramos, pero quizá nunca se nos ocurriría ver la linterna misma, nuestra fuente de luz. Con la ayuda de un espejo podríamos reflejar su luz de vuelta a su origen, y comprender que salía de la linterna.
Hay cosas que vemos y cosas que nunca vemos ni cuestionamos. Nuestra mente y nuestro ego (el “yo”) son unas de ellas; con el espejo de la meditación y la auto-indagación podríamos revertir el flujo de nuestra atención y ser conscientes de ellas. Nos encontraríamos entonces con un conjunto de patrones mentales y emocionales recurrentes que llamamos nuestro “yo”, y que, desde nuestro nuevo ángulo de visión, ya no tenemos necesariamente por qué seguir ciegamente. Y tras ello queda la luz pura sin imágenes del Ser, la consciencia pura incondicionada.
Samadhi – de la forma al Absoluto
El Raja Yoga de Patanjali, descrito en sus Yoga Sutras, propone un proceso de meditaciones que van separando la consciencia humana de su ligación con los objetos, incluyendo los sentidos y los pensamientos, hasta experimentar la absorción en la consciencia pura – lo que se llama samadhi.
El Kriya Yoga de Babaji propone esta misma meta, con la ayuda además de técnicas más energéticas como el pranayama y las asanas, propias del Yoga más tardío, el Yoga tántrico.
Un error al practicar las kriyas o técnicas de samadhi es buscar experiencias trascendentales. Las kriyas de samadhi siguen el proceso de samyama descrito en los Yoga Sutras: concentración, meditación y absorción (samadhi). La mente se acaba disolviendo en diferentes temas de concentración, y lo que sigue es la vivencia de la consciencia pura.
Lo fenoménico, incluyendo la fenomenología “espiritual” (visiones, revelaciones, poderes psíquicos…) es un desvío de la meta. Esas experiencias, en el mejor de los casos pueden indicarnos el camino a seguir, pero no son fines en sí mismas. El fin es la consciencia pura, la realidad última que hace posible que existan todas las experiencias, el Ser. En India definieron esta realidad primordial como Sat-Chit-Ananda: existencia, consciencia y gozo absolutos.
Del Absoluto a la forma
Pero tras la experiencia de la consciencia pura, está “la vuelta al mercado” que dicen en el Zen. La consumación de la realización yóguica viene cuando esta dualidad entre el silencio absoluto de la consciencia pura y la vivencia entre el mundo de los objetos se va disolviendo, hasta que toda la vida cotidiana se convierte en samadhi – la vivencia de Dios o la consciencia cósmica también en el mundo. Técnicamente esto se llama sahaja nirvikalpa samadhi en el Yoga clásico.
Los Siddhas llevan esta integración a su máxima expresión, con el llamado soruba samadhi, la divinización de las células del cuerpo físico. Una realización espiritual que trasciende incluso la dualidad de la vida-muerte en el plano físico. Ramalinga Swami, un santo de la India del siglo XIX, es un caso moderno conocido de un yogui con esta rara y suprema realización.