Badrinath es el lugar donde los Pandavas, los héroes del Mahabarata, subieron directamente al cielo. El valle, cercano a la frontera con Tibet, sólo está abierto de mayo a noviembre; en la temporada fría ni siquiera el ejército de India se queda aquí. En esa época sólo permanecen en la zona algunos renunciantes misteriosos. En mayo, nada más abrir el pueblo, se vio a uno de ellos caminar por la nieve, su piel -comentaron- era dura como la de un elefante.
La imagen del templo fue reinstaurado por Shankaracharya (¿os acordáis de él?), tras rescatarla del río, donde estaba perdida. Recibió en meditación instrucciones sobre dónde encontrar la imagen. Ésta muestra a la Divinidad meditando; aquí no se la adora con ceremonias, pues el yogui encuentra a la Divinidad dentro de sí mismo, no como algo ajeno a él. Shankaracharya, por cierto, fue un discípulo secreto de Babaji. Fuera del templo hay aguas termales, cuyo baño purifica al peregrino. Nuestro guía comentó que Babaji ha sido visto bañándose en las aguas, en noches auspiciosas de luna llena.
Se dice que una meditación aquí equivale a 10.000 meditaciones. Lo cierto es que al meditar en el templo las horas se deslizaban gozosamente; las campanas mismas del santuario parecían resonar a lo lejos, entre las brumas de la consciencia, intentando recordarnos que estábamos en la tierra. Eso sí, aunque el alma subía a los cielos, al regresar al cuerpo físico podías encontrarte con que estaba congelado. Después descubrí que habíamos meditado justo en el sitio del templo donde meditaba Shankaracharya.
Remontando el lecho del río, unos 30 kilómetros más arriba, está el glaciar y el lago Satopath, donde Babaji tenía un ashram secreto y donde Yogui Ramaiah recibió en 1954 las 144 kriyas del Kriya Yoga de Babaji. Todavía no puedo concebir cómo pudo llegar hasta allí vestido sólo con un dhoti (una sencilla tela, condición que le puso Babaji), sin morir de frío en el intento...
A muchos kilómetros y muchas horas de distancia, cerca de Ranikhet, ascendimos hasta una remota cueva donde Babaji se encontró con Lahiri Mahasaya en 1861, tal como se narra en Autobiografía de un yogui. Esta foto está tomada desde ese lugar, donde también la presencia de Babaji era muy poderosa. En las fotos que tomé de este sitio aparece una luz que no salió en ningún otro lugar del viaje. Había una gran alegría en ese valle; al regresar, el sol del anochecer parecía bendecir toda la creación.