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Peregrinaje a Badrinath - parte 2
por Durga Ahlund
Esa noche nos registramos en el Dev Lok Hotel, justo al lado del templo Badrinaryan en Badrinath. Era un lugar muy sencillo, una cama y un baño, pero a cambio nuestras habitaciones tenían una vista directa del templo y del monte Neelakantan, ¿qué más se podía pedir?
Los porteadores llegarían al día siguiente. Eran tibetanos. Deba, nuestro guía, los había reunido. Nos avisó de que no eran de fiar.
Alrededor de las cuatro de la mañana, Devananda llamó a mi puerta y me dijo que me levantara inmediatamente y que saliera al balcón. El cielo estaba totalmente claro y las vistas de la noche eran tremendamente inspiradoras. La luna estaba directamente sobre la cima del monte Neelakantan, y justo encima de la luna había una estrella. Estos astros resplandecientes tan perfectamente alineados con la montaña en forma de pirámide cubierta de nieve nos hicieron, literalmente, caer de rodillas. Un alineamiento perfecto entre el cielo y la tierra. Todos meditamos profundamente. Las lágrimas caían por mi cara conforme escuchaba a una voz iniciarme en el Mula mantra de Babaji, aparentemente desde la distancia. Cuando finalmente abrí mis ojos el sol había salido y el Neelakantan parecía positivamente auto-iluminado.
¡Menuda mañana para empezar la excursión! Fuimos al puesto del ejército. Nos pidieron que dejásemos nuestros pasaportes con ellos. Les dijimos que planeábamos estar en Santopanth Lal durante 8 días. Nos aseguraran que, si no aparecíamos tras dos semanas, una patrulla del ejército nos buscaría. Conforme nos íbamos, el oficial sonrió y dijo: “Que disfruten y que el Señor les acompañe”. Me pregunté, “¿realmente he pensado bien lo de esta excursión?”.
Nos dirigimos al puente de cuerdas que cruzaba el río Alaknanda/Saraswati. ¡Qué aventura sorprendente! Tenía 47 años y me dirigía a una excursión de 23 kilómetros que me llevaría de dos a tres días, en la que escalaría estrechos pasos de montaña a altitudes mucho más elevadas de lo que había experimentado antes. No sabía si tenía el equipo o la ropa adecuada o si tendríamos comida suficiente una vez llegásemos allí, y si estaría en buena forma para manejarlo. Se me había dicho que el viaje sería mi “noche oscura” y, aun así, mi corazón estaba plenamente lleno de alegría y de amor y mi mente estaba totalmente cómoda. Estaba en un estado de consciencia de vivir momento a momento, difícil de describir aquí. Era como si la mente racional me hubiese dejado y estuviese trabajando puramente desde un estado de entrega.
Tras 45 minutos de viaje, vi a tres personas caminando hacia nosotros en el camino hacia Santopanth Tal. Pude ver a una mujer y a dos hombres. Cuando estaban cerca, la mujer vino corriendo hacia mí, “¡madame, madame! Debo hablar con usted”.
Paré y dije “¡hola!”, sorprendida por su insistencia.
“¡Mi gurú nos dijo que venía! ¡Van a Satopanth Tal! ¿Correcto?”
“Sí, ¿cómo lo sabes?” Estaba bastante asombrada.
“Mi marido… éste es mi marido y su hermano”, dijo mientras señalaba a dos hombres que parecían totalmente desinteresados en nuestra conversación. “Bien, estábamos visitando a nuestro gurú, que vive en una cueva arriba en la montaña, al otro lado del valle de Santopanth. Nos dijo que ibais a venir y que debía deciros que era bueno que vinierais. Quería deciros que podréis acampar en Santopanth Tal sólo porque no nevó el invierno pasado. De no ser así, como es un glaciar, no seríais capaces de hacerlo. ¡Fue una bendición!”.
“¿Cómo lo sabías?” pregunté de nuevo.
“Mi gurú es omnisciente. Es un ser iluminado con gran poder de visión. Ha estado viviendo en una cueva cerca de Santopanth durante 15 años. Puedes ver su cueva al otro lado del valle. Él está siempre con un brazo levantado. Quizás puedas ver sus vestidos ocres. Venimos aquí cada tres meses para verlo y traerle alguna comida. ¡Él quería que os dijera que sois bienvenidos aquí! Y que habrá cinco de vosotros”.
“¿Cinco?”, dije, “no, sólo somos tres”.
Ella sonrió, “¡él dijo que habrá cinco de vosotros! Y os da la bienvenida a todos”.
“Gracias, madame, por decirnos esto. Estoy profundamente conmovida de que tu gurú se tomase tiempo para hablar conmigo. Espero que escuche mi sorpresa y mi aprecio más profundo”.
La mujer sonrió ampliamente. Parecía feliz por mí. Su marido y su cuñado pasaron por nuestro lado con una mirada de soslayo, sin asentir siquiera. “¡Que tengan lo mejor, gracias de nuevo!”, dije. Dijimos adiós con la mano.
El camino era consistentemente dificultoso. Nunca parecía volverse fácil en ningún momento. Se volvía más dificultoso justo cuando mi respiración se volvía más difícil. Nunca consideré el parar por más de unos pocos minutos.
Según nuestro guía, éste era verdaderamente un lugar místico, incluso el escenario donde sucedieron hechos del Mahabharata. Justo donde acampamos esa primera noche estuvieron un tiempo los Pandavas del Bhagavad Gita. Quizás Arjuna mismo durmió aquí, delante de nosotros.
A la mañana siguiente, comenzamos temprano y esperábamos hacer todo el camino hasta Santopanth Tal. Estaba segura de que cada montaña que escalaba sería la última antes de que pudiéramos tomar un descanso. Pero el descanso nunca sucedió. En un momento dado le dije a Babaji, “¡a partir de aquí tienes que hacerte tú cargo!”. Estaba verdaderamente agotada, el mantra de Babaji comenzó a vibrar a través de mi cabeza. Paré para coger una piedra perfectamente blanca y la apreté en mi mano, diciéndome que era mágica y que me llevaría durante el resto del camino. Vi lo que pensé que era la cueva del gurú de la mujer. Había un trapo de un dhoti ocre volando en la brisa. Sin embargo no vi al sabio.
Así fue todo el día… sencillamente hacia adelante, hacia adelante, hacia adelante sin descanso. Estábamos a más de 4.500 metros.
Realmente no sé cómo lo hicimos para llegar antes de anochecer, pero recuerdo escalar esa última montaña. Me sentí absolutamente eufórica… estaba en un estado de gracia, no había otra explicación… o un segundo aliento o haber sido tomada por un ala y una oración… ¡fue un esfuerzo de grupo! Todos estábamos eufóricos por el sentimiento de logro o quizás fue una falta de oxígeno, pero cuando llegamos a la cima del mundo… y miramos y vimos las aguas brillantes del lago Santopanth reluciendo en los colores sorprendentes del sol poniente… todos rompimos a llorar. Literalmente caímos de rodillas y lloramos.
Santopanth significa “sendero o camino al Cielo”. Hay algo de otro mundo en él. Incluso aunque momentos antes estábamos más allá del agotamiento, la mera visión y la energía de las aguas radiantes del lago, nos atrajeron sin esfuerzo hasta sus orillas.
Una hora después establecimos el campamento. Los porteadores hablaban fuerte sin parar. Parecían trastornados porque el viaje había sido muy difícil y no había madera para mantener un fuego de campamento. Ya habíamos comentado con tres de ellos que volverían al día siguiente para comprar madera para el fuego junto con más verduras y harina, debería llevarles sólo un día el regresar a Badrinath y otro regresar. Les dimos el dinero a los porteadores. Me deslicé en el saco de dormir y caí en el sueño, que fue inquieto. Los porteadores eran muy ruidosos. Probablemente tenía hambre. Mis piernas tenían tirones y tenía mucho frío.
Desperté temprano por la mañana con el sol de amanecer. Los porteadores ya se habían ido a Badrinath. Fue agradable tener paz de nuevo. Me lavé en las aguas heladas, me envolví en mantas y practiqué pranayama y meditación. No tenía energía para hacer asanas. Busqué mis barras energéticas. No estaban. Me hacían sentir de algún modo preparada en caso de escasez de comida. Los porteadores debían habérselas llevado todas.
Randy se marchó a caminar hacia las montañas para ver el glaciar Santopanth, y quizás a buscar la cueva de Babaji. Sintiéndome más ligera, elegí investigar la zona alrededor del lago. Encontré una cueva, más bien escondida en las colinas, debajo de ella había un “yagna peetam” (foso para ceremonias de fuego). Me arrastré hacia su entrada. Era una cueva grande, una vez entrabas. En sus paredes había palabras grabadas en sánscrito. Me sorprendí de no sentir claustrofobia. La energía de la cueva era sorprendente. Sentí, definitivamente, que no estaba sola. Tuve una meditación llena de paz.
Volví al campamento a contarle a Devananda lo de la cueva. Por supuesto volvimos al momento. La cueva era lo suficientemente grande para que los dos nos sentásemos cómodamente en ella, pero estaba desarrollando un intenso dolor de cabeza y tuve que regresar al campamento. Escalé hacia mi saco de dormir y dormí el resto del día.
A la mañana siguiente me sentí bien. El tiempo era magnífico. No había una nube en el cielo, que tenía un color azul que sólo existe en la cima del mundo. Nos sentamos juntos al lado del lago. La atmósfera era muy tranquila. No había otro sonido excepto las corrientes cerca de las tiendas y avalanchas ocasionales que rompían el silencio una o dos veces al día. Fue una jornada absolutamente perfecta, con profundas meditaciones y mucha felicidad alrededor. Nos fuimos a dormir y soñamos con estar en el cielo.
A mediodía vi a nuestro guía de Mana escalando hacia nuestro campamento. No pensaba verlo de nuevo. Cojeaba. Tuvo un esguince en su prisa por llegar a nosotros. Los porteadores pensaron que el camino era muy difícil y no les gustaba no tener suficiente leña para la noche, así que no iban a volver. Habían tomado el dinero que les dimos para provisiones y se fueron de vuelta a Josimath. Tendríamos que valernos por nosotros mismos hasta que encontrásemos nuevos porteadores y un guía. Él tenía otro viaje en un par de días. Y además el tiempo se estaba estropeando aquí, esperábamos que nevara esa noche.
Por alguna loca razón, que todavía me confunde hoy, no estaba preocupada. Hice un chiste, “bien, dijimos que sentíamos que esto era el cielo, así que...”.
Nuestro guía tenía que regresar a Mana antes de anochecer. Era muy dulce y se sentía muy mal por no poder encontrar porteadores para nosotros. Alguien tenía que volver a Josimath para encontrar nuevos porteadores. Deba se ofreció voluntario para ir allí. Randy se había hecho amigo de él en una visita anterior y confiaba en él. Confiamos en que iría a Josimath, conseguiría porteadores y provisiones y volvería de nuevo. Pero nunca había ido a Santopanth, y estaría viajando solo con mucho dinero encima. Los ladrones no son infrecuentes en los Himalayas.
Así que nuestra tercera noche en Santopanth acabó en el aire… ¡y qué frío estaba!
A la mañana siguiente desayunamos con Deba y le dimos una buena despedida. Saqué un tambor que compré en Haridwar y lo toqué conforme comenzó su camino por el valle. Éste fue el comienzo de nuestro cuarto día en el lago. Planeábamos quedarnos cuatro días más. Esperábamos que fuera tiempo suficiente para que él fuera a Josimath, consiguiera porteadores y volviera.
Había una sensación de libertad en este evento – sabes, cuando la entrega total es tu única dirección. Sentí casi como si todo el episodio hubiese sido orquestado por algo más allá de nuestra falta de preparación o nuestra ingenuidad. Pasamos la mayor parte del tiempo cerca del campamento. Meditamos en las cuevas alrededor de la zona. La primera cueva que encontré era la más profunda pero no la única.
Nunca nos aburríamos. El tiempo durante nuestra estancia era soleado y placentero, aunque por la noche caía alguna nieve. La última bolsa de té de Tigre había desaparecido, y no podía imaginarme qué había pasado con ella. Todo lo que podía imaginar es que los pájaros se la habían llevado.
Normalmente escalaba hacia mi saco de dormir tan pronto como oscurecía. No podía quedarme a hacer sadhana, sencillamente hacía demasiado frío. En nuestro sexto día tuvimos algo de mal tiempo. No nevó pero fue un día muy sombrío y al caer la noche estaba muy oscuro. No había una estrella en el cielo. No habíamos comido desde el desayuno, así que usamos el hornillo de propano como un fuego y nos pusimos alrededor… estábamos realmente quedándonos sin comida. Cenamos bajo un gran templo improvisado, donde podíamos meditar y poner el hornillo para que nos mantuviera calientes. Levantamos los lados de la tienda para evitar la asfixia.
Tras cenar limpiamos los platos. Era una noche muy oscura. Decidimos cantar un poco antes de retirarnos para pasar la noche. Tomé mi tambor y comenzamos a cantar Om Kriya Babaji Nama Aum… Cantamos con gran reverencia y amor durante quizás 15 minutos. En un momento dado, miré arriba y sentí la presencia de Babaji. Le vi. Realmente le vi sentado con las piernas cruzadas al otro lado del hornillo. Su cabeza estaba hacia atrás y se estaba riendo. Era trasparente y como un holograma, pero le vi con mis ojos abiertos. Devananda me llamó desde fuera de la tienda, “¡Durga, ven aquí!”.
El cielo estaba ahora brillante, iluminado por millones de estrellas. No quedaba ni una nube. En los 15 minutos que habíamos cantado, las nubes se habían disuelto y contemplamos el cielo nocturno más brillante que nunca había presenciado. Siguió así por siempre.
- Peregrinaje
a Badrinath, parte 3
Traducido del blog http://seekingtheself.com
con el permiso de la autora