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    Encuentros con yoguis de los Himalayas: sri Barfani
    por Durga Ahlund

     

    Conocimos a swami Jagadguru Ramananda en la primavera del 2002. Era un discípulo de sri Barfani Dadaji, de quien se dice que tiene 240-260 años. Barfani Dadaji tuvo una relación cercana y personal con Neem Karoli Baba y con el Mahavatar Babaji. En febrero del 2002 Govindan recibió una llamada de miembros del Barfani Dham Khalsa. La llamada era una pregunta sobre si Govindan estaría interesado en alojar a unos Siddhas, que actualmente vivían en los Himalayas, en su ashram de Canadá. ¿Qué? ¡Sí! La historia se volvió interesante conforme la persona explicó que Barfani Dadaji estaba preocupado por la posibilidad de un accidente nuclear debido a la tensión creciente en Cachemira. Esta preocupación comenzó en diciembre de 2001, cuando dos grupos militares provenientes de Pakistán, dirigidos por su servicio de inteligencia, atacaron el parlamento indio, matando a muchas personas.

    Govindan dio su consentimiento y su mensaje fue transmitido a Barfani Dadaji. Durante varios meses no se supo nada más. A finales de mayo recibimos otra llamada de este mismo discípulo, diciendo que Govindan y yo estábamos invitados a unirnos a un peregrinaje con sri Dadaji al monte Kailash, en Tibet.

    Decidimos dejar todo lo que habíamos planeado para julio e ir a Indore, India, para encontrarnos con sri Barfani Dadaji para averiguar qué iba a pasar con los Siddhas. ¡Quizás le acompañaríamos también a un peregrinaje al monte Kailash! A finales de junio volamos a Nueva Delhi y fuimos recibidos por mister Vaid, el discípulo que había hablado con Govindan.

    Volamos hacia Indore y fuimos directos a Barfani Dham Ashram, y nos encontramos con Sadgurudeva Barfani Dadaji. Él era el alma más dulce que he encontrado nunca. No parecía tener 260 años, parecía más estar en los 70. Me sonrió y me miró, sosteniendo de forma tan brillante mi mirada que sentí que supo la historia entera de mi vida en esos pocos minutos. Dijo que yo era una discípula de Babaji pero que también vio a Sai Baba a mi alrededor. Me quedé muy sorprendida por la referencia a Sai Baba. Sólo había ido a su ashram una vez durante diez días. Quizás esto es lo que vio. Nos enseñó el ashram a Govindan y a mí, hablando en hindi y a través de su sonrisa. Mediante un traductor nos dijo que pasaría un tiempo hablando con nosotros después de que hubiésemos regresado de Omkareshwar.

    Después de la comida viajaríamos allí a hablar con su discípulo Jagadguru Ramamandacharya, que estaba allí haciendo tapas (penitencia yóguica). Omkareshwar es una isla de dos kilómetros de largo y uno de ancho, con la forma de un Om, a unos 70 kilómetros de Indore. Hay muchos templos hindúes y jainistas en Omkareshwar, incluyendo un inusual templo de Brahma. Toda la zona se siente como sagrada.

    Tomamos el barco cruzando el río y llegamos al templo y ashram de Gayatri. Una niña adorable vino corriendo hacia nosotros y le pregunté si sabía dónde estaba swami Ramanandacharya. Me irradió la sonrisa más hermosa y agarró mi mano y corrimos hacia su choza. La pequeña diosa le llamó y él salió inmediatamente. Jadguru Ramanandacharya era un hombre hermoso de unos 40 años, pero no parecía tener más de 30. Debe ser un hatha yogui, pensé, estaba muy fuertemente formado, lo que parecía algo inusual para un sadhu (renunciante) de su realización. Debió escuchar mis pensamientos, pues frunció algo el ceño. Parecía saber que Govindan estaba viniendo pero parecía perturbado por mi acercamiento. Tomó la mano de la niña y danzó con ella, girando alrededor. ¡Había mucho amor entre estos dos, estaba encantada!

    Swamiji estaba en silencio y tenía una pequeña pizarra en la que escribía. ¿Quieres té? Se había dirigido a Govindan. ¡Sí! Respondí definitivamente antes de que tuviera oportunidad de declinar la oferta.

    La pequeña diosa ayudó a servirnos el té. Y luego, durante las siguientes cuatro horas, nos sentamos callados y traspuestos ante swamiji y las historias que escribía tan fácilmente en su pequeña pizarra. Habló de sus encuentros con Yogui Ramaiah (profesor de Govindan) y de su estancia en el pequeño ashram de Kali en Grahamsville, Nueva York, y sobre el desfile que vio con Barfani Dadaji en Nueva Jersey, donde Barfani aclaró completamente un cielo totalmente cubierto de nubes de lluvia, dejando un día de sol sin fin. Quedé impresionada por su pureza y sus siddhis (poderes yóguicos).

    Compartió con nosotros su encuentro en el monte Kailash con Babaji, y cómo Babaji le dio una técnica para que la entregase a toda la gente… una técnica muy sencilla de cantar AUM dos veces al día durante un periodo determinado de tiempo, con un ritmo determinado. Dijo que eso es todo lo que la mayoría de la gente está dispuesta a hacer, y que produciría un beneficio definitivo. Todos estábamos muy felices. Él pidió más té y galletas.

    En un momento dado, compartió que Babaji era realmente una encarnación de Hanumán (el dios mono del Ramayana). Y de repente, justo cuando comenzó a contar la historia de Hanumán y su conexión con Babaji, los monos de la jungla comenzaron a montar un escándalo y se precipitaron hacia nosotros mientras estábamos sentados en el porche de su choza. Agarré rápidamente mi bolso, y Ramandacharya se giró hacia mí, puso su palma hacia mí como diciendo que no tuviera miedo. Y escribió en su pizarra: “No dejaré que suceda nada”. Y ante mi sorpresa absoluta, los monos se acercaron sólo hasta el muro que había a un lado y se sentaron… de forma muy ordenada, como si sólo quisieran escuchar a swamiji contar de nuevo la historia de Hanumán. Juro que esto es verdad. Y además, los pajaritos que estaban igualmente sentados allí no se movieron un ápice cuando se acercaron los monos.

    Govindan y yo nos miramos el uno al otro y a swamiji, a los pájaros y a los monos, y nos encogimos de hombros y a continuación sencillamente nos sentamos en silencio para leer la historia… Él seguía sin hablar, estaba sólo escribiendo la historia y nos tenía a todos, hombres, mujeres, niños y bestias, fascinados.

    Entonces swamiji hizo otra cosa maravillosa y nos mostró su cueva de meditación. La cueva estaba profundamente excavada en el suelo, muy debajo de la montaña. Y aunque a menudo había grandes monzones en la isla, la cueva permanecía seca. Él dijo que incluso él estaba asombrado por esto.

    El viaje de vuelta fue inolvidable. Swami paraba muy a menudo para demostrarme su teoría de que había piedras en todas partes en las que había un Om incrustado. Dijo: “Están en todas partes, ¡sencillamente no estáis mirando!”. Le decía de forma aleatoria al conductor que parase el coche, y entonces se daba un corto paseo y encontraba una piedra con el Om… nunca fallaba. Le pregunté si tenía un bolsillo lleno de piedras de Om. Se rió… no sé si tenía el siddhi de grabar el Om en cualquier piedra que cogía, o si tenía el siddhi de encontrarlas. ¡Él era una maravilla, un asombro y un deleite!

    En otro momento, justo mientras decía que Babaji es realmente accesible aunque siempre anónimo, un hombre corrió hacia nuestro coche, diciendo “¡Alto!”. Era un hombre joven y atractivo, vestido con ropa moderna. Se acercó a nuestra ventanilla y apoyó sus brazos en mi puerta, metió su cabeza en nuestro coche y dijo “bien, hola, ¿No te conozco?... ¿Me conoces?”. Sencillamente le miré y luego miré a swami, que estaba en el asiento de delante. Cuando miré atrás el hombre se había separado del coche, nos hizo un saludo rápido y sonrió. Swami no dijo nada, y cuando le pregunté “¿conocías a ese hombre?”, me dijo “no”.

    Cuando llegamos al Barfani Dham Ashram había mucha gente reunida allí. Su santidad Barfani Dadaji estaba vestido con un largo vestido rojo oscuro, sentado afuera con un teléfono, rodeado completamente por cientos de sus devotos. Parecía estar en comunicación con mucha gente al mismo tiempo, completamente cómodo con las demandas que todos le hacían.

    Swamiji nos dijo que meditásemos en una habitación especial, ya que pasaría un rato antes de que pudiera estar libre para hablar con nosotros. Tras nuestra meditación, caminamos de vuelta a donde swami estaba descansando, y vimos que su santidad Barfani Dadaji estaba con él. Durante las horas siguientes nos dimos un baño de la Presencia de estos sorprendentes santos. Swamiji había roto ahora su silencio y su hermosa voz traducía el hindi de Barfani Dadaji. Su santidad nos contó historias milagrosas sobre cómo era vivir con el Mahavatar Babaji en una cueva durante meses enteros, y sobre sus compañeros de cueva.

    Un rishi con el que vivió estaba cubierto de cabello, casi como una piel, tenía largas uñas que nunca había cortado y cejas que colgaban sobre sus ojos. Parecía - y olía - más una bestia que un hombre. Dadaji se reía entre dientes conforme lo recordaba, y luego todo su cuerpo comenzaba a vibrar con la risa. Mirábamos a su santidad y a swamiji conforme contaban las historias, primero en hindi, luego en inglés. Nos preguntaron si conocíamos a Krishna Das, que visitaba a menudo a su santidad, y luego él habló sobre Neem Karoli Baba y sobre cómo le había despertado a comienzos de los 50 al camino que debía tomar.

    Preguntamos a su santidad sobre la situación de los Siddhas del Himalaya y lo que implicaría su reasentamiento en Québec. Govindan tenía una larga lista de todas las cosas que uno debía proporcionar para patrocinar tal desplazamiento. Barfani Dadaji se rió de corazón ante nuestra ingenuidad. “No hay nada que necesitéis hacer para el reasentamiento de los Siddhas, como dices. Actualmente todo está bien donde están ahora. Hubo un cierto estado de emergencia cuando te envié el mensaje. Sin embargo, ellos han ayudado a pacificar las energías y a rectificar la inminente situación. Sin embargo, si las cosas cambian de nuevo, te lo notificaré. He visto la propiedad de tu ashram. Es un buen lugar con todos los árboles y el agua”.

    Govindan insistió, “bien, ¿cómo funciona esto?”.

    Su santidad siguió: “Bien, esto funciona así, los Siddhas sienten que la energía se acumula y rezan a Dios. Dios difunde las noticias. Afortunadamente soy capaz de escuchar esa emisora, ¡y te telefonearé!”. Su santidad sonrió. “¡Ellos no necesitarán un visado para Canadá ni un billete de avión! ¡Ja, ja, ja!”.

    Qué bendición nos fue otorgada – sencillamente tener la atención de estas dos almas elevadas. Jai Babaji.

     

     

    Sri Barfani Dadaji en la Kumbha Mela del 2010:



     

    Traducido del blog http://seekingtheself.com con el permiso de la autora


 

 

 

 

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